Internacional
Una de las máximas autoridades religiosas de Irán emitió una peligrosa declaración, en una nueva muestra del uso del fanatismo religioso como herramienta política.
El gran ayatolá Naser Makarem Shirazi, una de las figuras más influyentes del régimen teocrático iraní, emitió una polémica fatwa en la que califica al expresidente estadounidense Donald Trump y al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu como “enemigos de Dios” (muhārib), una figura jurídica-religiosa en el islam chiita que justifica represalias violentas.
La declaración surge tras una consulta dirigida a su oficina, preguntando qué actitud deben tomar los musulmanes frente a personas o gobiernos que amenacen al líder supremo de Irán, Alí Khamenei, o a otros altos clérigos del régimen. En su respuesta, Makarem Shirazi expresó: “Cualquier persona o régimen que amenace al líder supremo o a los grandes ayatolás es enemigo de Dios. Es deber de todos los musulmanes hacer que se arrepientan. Y si en ese camino resultan heridos o muertos, serán considerados mártires”.
Desde una visión occidental, este tipo de declaraciones no solo escapan a todo parámetro democrático, sino que exponen el verdadero rostro del régimen iraní: una estructura política anclada en el fanatismo religioso y en el odio sistemático hacia Occidente, en especial contra Estados Unidos e Israel.
La figura del muhārib en la jurisprudencia islámica chiita permite considerar “en guerra con Dios” a quien cuestione o enfrente al poder religioso, con penas que incluyen desde la muerte hasta la amputación. Que se aplique este concepto a líderes de democracias occidentales, solo por su política exterior, demuestra la lógica totalitaria bajo la cual opera Teherán.
Este llamado, aunque simbólicamente enmarcado dentro del discurso religioso, podría ser tomado como una incitación a la violencia por parte de milicias y grupos terroristas aliados de Irán, como Hezbollah o los hutíes, especialmente en un contexto donde el régimen persa ya ha advertido que responderá con ataques a cualquier acción de EE.UU. o Israel.
Si bien ni la Casa Blanca ni Jerusalén se han pronunciado oficialmente sobre esta fatwa, es evidente que Irán busca tensar aún más las relaciones internacionales en un momento donde su política exterior gira casi exclusivamente en torno al enfrentamiento con el mundo libre.
Mientras muchos en Occidente siguen dialogando con la República Islámica como si se tratara de un actor racional, lo cierto es que las voces más influyentes del régimen siguen avalando el terrorismo y llamando, en nombre de la religión, a eliminar a quienes consideran enemigos ideológicos o políticos.

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